Uno de los aspectos más controvertidos y atractivos de la física es la «búsqueda del cero absoluto», o lo que sería la búsqueda de las temperaturas más frías alcanzadas por los seres humanos.
El cero absoluto es la temperatura teórica
más baja posible. Es una temperatura en la que el movimiento de las partículas que
forman la materia llega a su valor mínimo. En otras palabras, la energía
interna de un sistema alcanzaría su mínimo, por lo que las partículas dentro de
este sistema, perderían toda capacidad de moverse o vibrar.
El cero absoluto corresponde,
aproximadamente, a una temperatura de −273,15 °C.
A finales del siglo XIX se alcanzaron los 73K (−200ºC), todavía muy lejos
del cero absoluto. En 1908, el físico holandés Kammerlingh-Onnes licuó el gas
helio, alcanzando la temperatura de 5,2K (−267,8ºC). Hoy día, la
temperatura más baja que se ha alcanzado en un laboratorio es de 0,00005K, pero
durante periodos de tiempo muy cortos, insuficientes para llevar a cabo
experimentos. La temperatura más baja estable durante un período de horas se ha
obtenido en la Universidad de Leyden (Holanda) por el equipo del profesor G.
Fosatti, y es de 0,019K (1,9·10−3). La búsqueda del cero absoluto
La temperatura negativa (en la escala Kelvin) solía existir sólo en la teoría, sin embargo un
equipo de investigadores liderados por Ulrich Schneider de la Universidad
Ludwig Maximilian de Munich, Alemania, desarrollaron un método para alcanzar
temperaturas absolutas bajo cero (temperaturas negativas en la escala kelvin)
con un gas cuántico ultrafrío hecho de átomos de potasio.
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